sábado, 8 de agosto de 2009

De esa Patria no soy



Estuve leyendo la historia Argentina, la de la Patria del Cono Sur, mi Patria, la de todos.
Aquella que conoció su época de esplendor y esperanza más fuerte, junto a Irigoyen, que buscó un proyecto de país soberano y chocó con los intereses más concentrados de la economía estanciera de la época, o Perón, que supo ver al Estado y la demanda agregada por el gasto público como motor reactivador de la economía, aunque otra vez, ellos, los que decían defender la “Patria”, su “patria”; entraron a sangre y fuego por la Plaza de Mayo.
Años de sueños, de trabajo, educación, salud y futuro con justicia social. En los que la especulación financiera no existía, y un país se hacía grande con el trabajo de todos.
Hoy, a casi un siglo de esas utopías, han nacido otras –o las mismas pero en estos tiempos- pero lo bueno está acompañado, una vez más, de lo malo.
En un país en el que la desocupación ha disminuido a un dígito; en el que el sector productivo-industrial, real motor de la economía, está recuperándose; en el que hay más escuelas, jubilados, centros asistenciales; en ese país están ellos, los mismos, a pesar de que parezcan distintos; los que usan las banderas de la “patria”, la “democracia” y la “justicia” para volver a defender un proyecto de país para unos pocos.
“El campo somos todos. Sino exportamos no crecemos. Perdemos mercados”. Apocalipsis de los cuatro jinetes de la Mesa de Enlace.
La soberanía alimentaria es una cuestión de seguridad nacional, arma fundamental para el desarrollo soberano de los pueblos; no podemos atarnos al modelo sojero exportador, débil futuro, que nos hace dependientes de las fluctuaciones del mercado internacional del consumo de la oleaginosa.
Sobre todo no podemos si esto significa que no diversificamos nuestra producción agrícola ganadera en función de las necesidades de nuestro mercado interno, de nuestros compatriotas.
Peleamos por la Patria, pues no sólo de soja vive la Patria, menos aun si dolariza a nuestra Madre Tierra, además de contaminarla con glifosato, (principio activo del “Roundup”), un herbicida no selectivo de amplio espectro, que destruye la riqueza de nuestros suelos y que -¡como si fuera poco!- tiene efectos cancerígenos, acción mutagénica y contamina alimentos, siendo lo único que por supuesto no mata, la semilla transgénica que nos vende Monsanto, el mismo del glifosato. Sin olvidar el agotamiento de las riquezas edáficas que el mal manejo del cultivo provoca, como consecuencia de la falta de rotación.
Y tanto que se preocupan los señores de la agropatronal, que en la economía interna no llegan a ser el 10% del PBI nacional, de las políticas del Norte y sus efectos, el riesgo país, el dólar y Wilson, sepan que en esos países (EE.UU. o Japón) el comercio internacional no supera el 11% de su PBI, y viven y crecen del hambre de pueblos a los que atan a modelos de consumo por las remesas de sus transnacionales, y de la muerte, con un gasto en el carrera armamentista que representa la mitad del gasto mundial.
Mientras paraban el país de todos, el de ellos seguía andando, de hecho en el 2008 las exportaciones de la oleaginosa fue superior al 2007.
Por eso, cuando Hugo, dicho sea de paso socio de Francisco en la explotación del predio de la Sociedad Rural, habla de Patria, no sé de cuál habla. ¿La de los sojeros que han desplazado al pequeño productor de sus tierras? ¿La que avanza sobre nuestros pueblos originarios? ¿La que desabastece el país? ¿Cuál Patria? ¿La de los pooles de siembra?
Pues yo de esa Patria no soy.
La mía es una Patria de todos, la de Perón y Evita, de Irigoyen y de tantos otros, una en la que en la mesa de diálogo estén todos. La que se construye entre todos, con tus manos y las mías, mirando al país como un todo.
Hoy, el país que somos TODOS soportamos la prepotencia y el sabotaje de aquellos que pretenden erigirse en dueños de la tierra. Y precisamente en este punto es necesario destacar que la tierra es un bien natural que nos pertenece a todos; es por eso que hoy la conciencia despertada se levanta contra los que ultrajan: tierra, mares, ríos y aire, en la seguridad de que es un bien que pertenece a toda la humanidad. Concepto que tampoco respetan los Sres. del Glifosato que envenenan poblaciones enteras y matan todo signo de vida, provocando la ruptura de la cadena ecológica que debiera protegernos.
Precisamente de este respeto, este cuidado y preservación de la naturaleza y de las instituciones que nos rigen, hablamos como peronistas acostumbrados al consenso entre partes, entendiendo que la Patria, que es de todos, está antes que los intereses personales o sectoriales. Porque tenemos conciencia de que el uso de la razón en el ejercicio permanente es el que nos otorga la categoría de personas, y la especulación y el sabotaje en tiempos democráticos sólo buscan socavar los cimientos institucionales, en camino hacia la destrucción total.
Un mundo mejor es posible.

Juan Manuel Frangoulis
Cristina Barrionuevo

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