miércoles, 5 de enero de 2011

Dos escenas y algunas notas


Sebastián O. Nofal
Comisión Letras y Arte


Viernes 31 de diciembre de 2010, 4:06 am, según mi computadora.
No, hipotético lector. No lo digo para “crear clima”. Lo uso como pequeña metáfora de esta vorágine que es aún 2010. ¿Cuántas cosas de las que efectivamente pasaron este año siquiera imaginábamos el año pasado? Muy pocas. Quizás, en las más delirantes imaginaciones, algunas de esas cosas rondaban. Pero no todas.
Voy a obviar el recuento. Cualquiera puede emprenderlo –un buscador de Internet, el anuario de algún diario… Aunque es imposible no decir lo más impactante, lo más doliente: Kirchner está muerto. Quiero decir, el ciudadano Néstor Carlos Kirchner, falleció. Está claro que Kirchner no. Y eso lo veremos –creo- con gran frenesí durante 2011. Qué añito se nos viene, compadre lector…

En teoría, esto es un artículo político. Y en la política –o en sus peores versiones- lo emotivo no es el buen camino a seguir. La política –en sus peores y mejores versiones- si quiere ser eficiente, tiene que ser estratégica, negociadora, racional. Y hacia ahí aportaremos en otra ocasión.

A esta altura, me considero con el derecho de decir “el año está perdido” y hacer de esta bajadita de teclas lo que quiera.
Quiero rescatar un recuerdo y algo que leí: dos escenas.

La primera: estuve en Woodstock. Quiero decir, en los primeros días de mayo del 2005 yo era parte de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares. Organizábamos el 1er Encuentro de BP y Kirchner había prometido estar en el acto. Las BP, hoy más de 2.000 en el país (unos 20.000 voluntarios, pongalé…), hacen un sostenido y poco mediático trabajo desde 1870. Después del 2001, la situación era desastrosa y se intentaba regenerar y fortalecer las partidas de dinero que ayudan a esos 20.000 voluntarios a hacer su voluntad. La presencia de Kirchner era, en términos racionales, importante.
Confieso que –los recuerdos son confesión de arbitrariedad- distraído estaba por la emoción de estar a sillas de distancia de una gran comitiva de Madres y Abuelas, todas con su ejemplar de “Palabra viva”, la antología de escritores desaparecidos que CONABIP y la SEA acababan de coeditar.
Ahí fue.
Ese corto silencio. Esos movimientos siempre excesivos de la seguridad. La respiración quieta porque está por aparecer. Y Kirchner que, claro, se aparece en el escenario pifiándole a un escalón, acomodándose el pelo y con el saco desabrochado.
Ahí fue que leyó “Quisiera que me recuerden”, de Joaquín Arrieta. Ese poema con destino de olvido que se convirtió en hit youtubero. Ese, el primer poema que escuché en mi vida leído por un Presidente. Pero además, no fue que el tipo se hizo elegir un texto por algún secretario. La distancia me dejó ver (los ratones de biblioteca nos fijamos en esas cosas) que el libro estaba trajinado. Que lo había sacado del bolsillo del saco desprendido. Que tenía papelitos adentro.
Es cierto que Alfonsín recitaba muy bien el Preámbulo y que el innombrable personaje de Anillaco (¡qué lindo pueblo! ¡qué karma de mierda!) habrá leído completísimas obras de Sócrates. Kirchner leyó un poema de alguien que militó en los mismos lugares que él, pero que no estaba ahí para poder leer su poema. No fue poco. Para nada. Ya en su discurso de asunción, ya el 24 de marzo del 2004, el tipo me había empezado a caer cada vez mejor. Esta vez sentí que se había establecido un pacto. Y cuando me di vuelta a mirar las caras de las bibliotecarias y los dirigentes, pensé: “Uh, este tipo hizo un pacto con un montón de gente”. Y sus pactos los cumplió.

Ya lo dije: estuve en Woodstock.

La segunda escena está contada en uno de los últimos panoramas dominicales de Página 12: la Presidenta se quiebra y dice “no le pasó a él, me pasó a mí”. Habla de los muertos del Indoamericano. Dice que en el gobierno de Néstor no hubo muertos por represión estatal; que en el suyo sí y asume la responsabilidad con actos. Qué mujer. Ha quedado viuda a una edad en que no debería. Cinco días después estaba haciéndose cargo de la totalidad de sus funciones. Mucho antes, la canallada ya se había hartado de insultarla y de tratar de apretarla –como si no la conocieran, o estuvieran entrando en la locura de realmente creer lo que intentan hacerle creer a su público. Y ella piensa en la memoria de su hombre y en sus responsabilidades.
Pequeños gestos ¿no?
Pero qué tamaño adquieren –y que significativos se vuelven- ante el cheto-fascista tragador de bigotes… el miserable ése que se atrevió a hablar de pueblos que tienen infinita dignidad. A hablar de gente trabajadora, él que de trabajar…
Me había propuesto una nota política. No pude. Creo que en ciertas ocasiones lo estratégico, lo negociador, lo racional pierden algo de su eficiencia. Sobre todo a esta hora, hoy, que ya el año está perdido…
Lo que sí no está perdido es todo lo que descubrimos este año. Mucho. Mucho para discutir, replantear, llevar adelante.
Pero básicamente nos hemos descubierto numerosos, llenos de tristeza y de fuerza, dispuestos a no perder lo recuperado (que todavía es poco) y, claro que sí, a ir por más. Mucho más. Dispuestos, a pesar de todo, a estar a la altura de las circunstancias.

Le deseo, amigable lector que llegó hasta acá, tenga Ud., un año alegre, vital, lleno de proyectos y acciones-difícil, seguro que va a ser.

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